Merluzeando

Soy una buena persona, está feo que lo diga yo pero es verdad. Sin embargo, cuando era pequeño estaba hecho un cabroncete. Me divertía haciendo el mal por ahí…

Yendo de la mano con mis padres me gustaba patear las espinillas de cualquier persona que se parara a hablar con mi madre por la calle.

En mi ciudad natal había un coche abandonado al que llamaba “Justo” y al que machacaba día tras día al ir al colegio. Lo rayaba y le desinflaba las ruedas con la paciencia y tenacidad de un metódico asesino en serie.

Pero los animales fueron aquellos que más sufrieron mi furia destructiva infantil. Creo que el sadismo contra los animales es común en todos los niños. ¿Quién no le ha quitado las antenas a una hormiga y ha observado con admiración cómo una devora a la otra? Yo me sentía como un emperador romano disfrutando del espectáculo del Circo. Por supuesto, mi pulgar siempre acababa apuntando hacia abajo.

También era muy dado a usar una lupa para hacer de la luz solar un rayo letal para todos los insectos. Por momento me convertía en un auténtico Dios teniendo en mis manos la vida y la muerte.

Aunque creo que el mejor ejemplo de mi sadismo contra los animales era cuando cazaba lagartijas. Las torturaba sin piedad. Las arrancaba la cola y luego, el resto del cuerpo lo metía en una botella pequeña de plástico que cerraba bien fuerte para que no entrase nada de oxígeno. Sentía un inmenso placer en ver cómo la lagartija se asfixiaba mientras la cola se revolvía fuera de la botella, y yo mientras reía como si fuera un villano de James Bond disfrutando de mis mezquinos tormentos.

A veces pienso que una mañana me voy a despertar y sin motivo aparente el orden natural de las cosas se ha invertido, los animales han tomado posesión de La Tierra y me someten a un juicio por mis crímenes en el pasado.

– ¡Aquel tipo me cortó la cola! – me acusaría desde el estrado la lagartija.

Caería sobre mí el peso de la justicia y sería condenado a sufrir los mismos dolores horribles. Me arrancarían la cola y me lo tendría bien merecido.

Al menos disfrutaría de un juicio justo, mucho más humano que lo que yo hice con ellos…