Merluzeando

En la jungla de la noche existen muchos tipos de especímenes. Como la madre naturaleza es sabia, algunos de estos especímenes se juntan para beneficiarse mutuamente. Es lo que se conoce en biología como una relación simbiótica. Hoy, vamos a hablar de la simbiosis entre la sílfide y la amiga murciélago.

La sílfide está buenérrima, pero no tiene amigas con quién salir, básicamente porque siempre hay que hacer lo que ella dice y no hay quién la aguante. La amiga murciélago, de fea que es, resalta la belleza de su compañera y es sumisa a sus deseos: la acompaña al baño, va a los garitos que la otra quiere para encontrarse con tal o con cual. Pero ésta (la murciélago) se ve beneficiada porque sale de la jaula, conoce gente y se le acercan tíos que ella por sí sola no atraería jamás. Y además, en ocasiones, puede llevarse algún gato al agua de las sobras y descartes de su compañera más agraciada.

Yo, una vez, fui víctima de la amiga murciélago…

Estando un amigo y yo de copeo conocimos a un par de chicas (una sílfide y su amiga murciélago). Al poco de estar charlando nos dijeron que se iban a otra discoteca cercana. Nosotros haciéndonos los duros (ya que no hay nada peor para conseguir a una tía que ir detrás de ella como un corderito) dijimos que nos quedábamos y luego ya si eso, nos pasábamos.

Cuando nos quedamos solos empezamos a decir los dos que nos queríamos liar con la que estaba buena. Como buenos amigos, acordamos que el que primero se hiciera con ella pues bien por él, sin rencores. Nos tomamos otra copa para dejar pasar algo de tiempo y también para armarnos de valor para ir “a machete” en cuanto entráramos al otro local.

Llegamos a la otra discoteca. Divisamos nuestro objetivo y fuimos para allá. “Hola”, “qué tal”, “al final habéis venido”, “jiji jaja”… No pasaron ni treinta segundos cuando mi amigo ya le estaba metiendo la lengua hasta el esófago a la sílfide. Qué rápido había sido el jodío!! Cómo se me había adelantado??!!!

La amiga murciélago me miró con ojos de “Bueno, y ahora tú y yo qué hacemos?”.

– Yo quería enrollarme con tu amiga – le dije – pero… ¿Y si nos enrollamos tú y yo? – Este es el momento de flaqueza que estaba esperando la murciélago, cuando ya vas tan ciego que te da igual una cosa que la otra. Aún así ella opuso algo de resistencia para no hacerse la fácil.

–Pero es que entonces yo me sentiría como si fuese el segundo plato – argumentó ella.
–Ya, pero es que es eso o nada – le solté muy serio.

Poco le duró la resistencia porque de pronto se abalanzó sobre mí como el ave de rapiña que es.

Y hasta aquí puedo contar.

Tened cuidado amiguillos, las amigas murciélagos acechan, y vas con toda la intención de enrollarte con la sílfide y al final acabas con ella. Son maestras en el arte del cambiazo…

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