Merluzeando

Me he pasado años bebiendo J&B con limón. Ahora soy más fino (o más gilipollas) y bebo Gin Tonic (pero sin mariconadas, ojo! ginebra + tónica +limón). Que yo antes bebiera J&B con limón no es una dato gratuito en esta historia, y pronto descubriréis por qué.

Un día, estaba ‘de pedo’ en casa de unos amigos que se dedican a hacer cortos, cada uno en su rama,  les gusta el cine y tal. Nos llamó por teléfono otro amigo y nos dijo que estaba de botellón con unas chicas aspirantes a actrices que había conocido en una escuela de interpretación. Como es normal, salimos disparados hacia el sitio (creo que el botellón era en el Thyssen pero no recuerdo bien).

Era cierto, el mamón estaba él solito con una manada de CHOCHITOS PANTENE. Eran niñas muy finas,  bien vestidas, impecablemente maquilladas y de aspecto frágil. De esas que huelen tan bien que te quedas obnubilado a su paso.

Llegamos nosotros como una jauría de lobos, nos unimos al botellón y empezamos a hablar con ellas y tal. El objetivo era claro: meter el pollito en alguna de aquellas jamelgas.

Divisé a una especialmente tímida, que hablaba poco, y que se fue hacia donde estaba la bebida para ponerse otra copa. Como había aprendido viendo los documentales de La2, en cuanto el cervatillo se separa de la manada es el mejor momento para hincarle el diente. Así que alegué que me iba a rellenar la copa y busqué la ocasión de estar “a solas” (relativamente) de aquella belleza tímida. No llegué a tiempo y nos cruzamos en el camino. Me puse frente a ella y fingí el típico encuentro fortuito: yo giro a la izquierda, ella también, yo corrijo mi posición, ella también y casi nos chocamos. Nos reímos. Todo iba perfecto.

Por un momento el tiempo se detuvo y me di cuenta de que era incluso más guapa de lo que creía. Pelo moreno, con un flequillo moderno, tez pálida, unos ojos que parecían decir “venga valiente, atrévete” y labios pintados de rojo pasión.

Llegaba el momento de presentarme y hacer alguna gracia, caer simpático y hacer creer que todo ha surgido por casualidad.

Cuando me dispuse a hablar, todo los J&B con limón de mi estomago se pusieron de acuerdo para hacer la digestión y el ácido gastrointestinal que eso produjo subió por el esófago hasta llegar a mi cavidad bucal. No me pude contener y al abrir la boca no salió ni una sola palabra, en vez de eso, lo que hice fue echarle todo mi “hedor putrefacter” directamente a la cara.

El Profesor Cubata nos explica los procesos gástricos de Merluzo.

Aquello debía oler como un patio lleno de cagarros de perro en una tarde lluviosa. A ella, obviamente, aquello le espantó y arrugó el hocico como un cerdo trufero. Me dio la impresión de que hasta se le pusieron rubias las cejas y las puntas del flequillo.

– Perdona, es que me ha venido la acidez – fue todo lo que se me ocurrió decir. (Como si no se hubiera enterado ella por sí sola…)

No sirvió para nada, claro. Ella muy digna no dijo ni mu,  me esquivó, y se volvió a unir al grupo. No hice ni amago de intentar volver a hablar con ella de la vergüenza que me daba.

Cuando se lo conté a mis amigos se partieron de risa.

Todavía hoy me lo recuerdan “Es que me ha venido la acidez, jaja , ole! así se entra a una chica made in merluzo.”

En fin, ahora bebo Gin Tonic. Y tengo la misma acidez de siempre, pero al menos mi “hedor putrefacter” no es tan bestia. También influye que hago lo posible por no soplar mis eructos en la cara de “Chochitos Pantene”, ni en general en la cara de ninguna chica guapa, le huela o no le huela el…

HASTA LA PRÓXIMA AMIGUILLOS!