Merluzeando

*Dedicado a mis compañeros de curro*

La cena de empresa ya empezó un poco malamente. Llegué tarde y bastante tocado. Para colmo de males me tocó al lado de la jefa. Dije varios comentarios desafortunados delante de ella, pero encontré en el vino de mesa el refugio perfecto para mi estupidez.

Después de la cena, bajamos a la discoteca que el propio restaurante tenía en la planta de abajo. Recuerdo que nada más bajar las escaleras, aquello me pareció una ratonera. Se me fue un poco la cabeza y pensé que si hubiera un incendio allí mismo todos moriríamos intoxicados por el humo, en el mejor de los casos. (Ya veía los titulares del telediario en la sección de sucesos…)

Dejé de lado mis paranoias y todo se fue desarrollando con cierta normalidad. Mis compañeros se fueron emborrachando, alguno se marchaba a escondidas a fumar un porro, algún comentario obsceno sobre el modelito de tal y cual. Lo típico.

Hubo un momento especialmente mágico. Por los altavoces empezó a sonar “Tengo el corazón contento” de Marisol y todos lo cantamos a pleno pulmón. Fue genial. Por momentos no hubo sueldo altos y bajos, ni jefes ni empleados. Simplemente parecíamos un grupo de amigos pasándolo bien.

Pero luego, llegó el drama. Se me cayó un pedo.

No hizo ruido al salir, sino que sonó al chocar contra el suelo. Un sonido seco y fuerte. ¡Pata-Pum! Pensé que entre la música y tal nadie se daría cuenta, y así fue. Pero el olor fue otro cantar.

Me aparté un poco de la marabunta y vi como poco a poco todos mis compañeros fueron arrugando el hocico. Pronto, un runrún se fue extendiendo como la peste:“¡Qué mal huele, no? Alguien se ha tirado un pedo…”. Y no me preguntéis por qué pero al rato todos me miraban convencidos de que había sido yo.

El tufo debió ser insoportable porque todos mis compañeros salieron huyendo de la discoteca, escaleras arriba, como ratas en un incendio. Al final, resultó que mi paranoia inicial de la ratonera se convirtió en una premonición.

Una vez fuera, todo el mundo me dedicó palabras de asco pero yo no podía parar de reír.

Al final, cambiamos de garito porque allí dentro no se podía volver a entrar a no ser que llevaras una máscara de gas.

De allí nos fuimos a un karaoke decadente donde ofrecí un espectáculo lamentable cantando “Como los Gorilas” de Melody. Pero esa, queridos amigos, es otra historia…

SOBRE EL AUTOR:

COMPARTE ESTE POST EN TUS REDES: