Merluzeando

Cuando era un niño travieso, quitar sujetadores era un juego. Recuerdo que en el colegio, a la chica que tenía sentada delante de mí (la famosa Pipi Calzaslargas) siempre le intentaba quitar el sujetador por encima de la camiseta. Una vez lo conseguí. Y por arte de magia, un segundo después, tenía dibujada en la mejilla una mano de color rojo. No la culpo. (Un beso Pipi! Espero que lo recuerdes con cariño, como yo…)

Pero al llegar la adolescencia y el despertar sexual se convirtió en una cuestión de hombría que demostraba tu buen savoir faire en la cama. Ahí ya la cosa cambiaba….

Habías llegado hasta “ese punto” con una chica y aquello con lo que habías soñado (que era echarle mano al pectoral) se acercaba. Ya no era un sueño, era real! Ella encima de ti, tus manos en su espalda hasta encontrarse con el dichoso enganche y tú, en la cabeza haciéndote tu esquema mental para conseguir abrirlo… y nada… que no se abría… empezaban los sudores, la impaciencia, la torpeza, te daba la impresión que en lugar de manos tenías pezuñas… bufff qué mal rato!!

Al final ella con cara de condescendencia decía aquello de: “Anda, déjame a mí”. Se echaba las manos atrás y abría ante ti la imagen del paraíso hecho carne.

En fin, que todavia recuerdo con pávor esos primeros sujetadores que se me resistían y me hacían quedar como un panoli.

Estimados Creadores de Sujetadores: ¿Seguro que sólo existe ese método de cierre? Podían hacerlos con velcro o algo así que ayude a los amantes primerizos…

Ahora soy un poco más mañoso, tampoco mucho, pero los años y la experiencia han ido subiendo mi nivel a la hora de desabrochar sujetadores. Pese a todo, creo que nunca llegaré a ser cinturón negro en esta disciplina. Dicen que para conseguirlo debes desabrochar un sujetador con sólo una mano y, sinceramente, no me veo capaz….

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¡Hasta otra, amigos!

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