Merluzeando

Me citaron para una entrevista de trabajo en la Ciudad de la Imagen. Era para un puesto de ayudante de realización en los informativos de LaSexta. Respondí a todas las preguntas del entrevistador con la mayor profesionalidad posible. El caso es que el tipo estuvo todo el rato con una medio sonrisa rara en la cara. Será un tío raro y ya está, pensé.

Al acabar, llamé a un amiguete que trabajaba en el mismo edificio y quedamos al rato en la puerta para echar un cigarro. En cuanto me vio me dijo:

– ¿Has hecho toda la entrevista así?

No sabía a qué se refería. Pensaba que igual es que estaba mal afeitado o algo así. Mi amigo me instó a que me mirara en un espejo. Me miré en la cristalera del edificio y vi mi reflejo. Allí descubrí con horror que tenía un moco saliendo de la nariz. Era de un verde brillante (casi fosforito) y con la forma del mapa de la península. ¡Redios! – me dije. Claro, ahora lo entiendo todo. Así se estaba medio riendo el entrevistador todo el rato…

Me acerqué a la cristalera y lo usé como si fuera un espejo. Sin más dilación procedí a su extracción. Me metí el dedo en la nariz y traté de arrancarlo pero el jodío estaba bien agarrado a los pelos de la nariz. No lo conseguí. Mi amigo estaba algo espantado ante el triste espectáculo que le estaba brindando. Me deseó buena suerte con el puesto al que optaba, y volvió al interior del edificio.

Yo seguí luchando con el moco usando la cristalera del edificio como espejo. Por momentos, imaginé que el moco utilizaba los pelos a modo de liana y pasaba de un pelo a otro como si fuera Tarzán para huir de mis dedos. Hasta tuve la impresión de que había pasado de un orificio a otro.

Al poco rato, volvió a salir mi amigo y me dijo:

– Tronco, ve a sacarte el moco a otra parte porque los cristales éstos son de espejo hacia afuera, pero hacia dentro son transparentes y está toda la gente de recepción partiéndose el culo viendo cómo buscas petróleo en la nariz.

¡Joder, qué líada!! Salí de allí como alma que lleva el diablo y me metí en una cafetería cercana. Pedí un RuaVieja y fui corriendo al baño. Allí a la enésima intentona, lo agarré. (Ya eres mío, cabroncete). Tiré a lo burro y conseguí sacarlo, pero al instante me empezó a sangrar la nariz y me puse perdido.

Salí del baño con la típica bola de papel en la nariz obstruyendo la salida de la sangre y me tomé el chupito de hierbas. Me sonó el teléfono y era el tipo que acaba de entrevistarme: agradecía mi tiempo pero lamentablemente le habían dado el puesto a otra persona. Pedí un chupito tras otro hasta caerme del taburete. Así reacciono yo: me ilusiono, me llevo una decepción y después me emborracho a muerte.

Nunca más volví a ver al Moco Tarzán, me despisté con la sangre y no pude quedarme con él, ni observarle en todo su esplendor. Pero cada vez que me sueno los mocos o veo los informativos de LaSexta, me acuerdo de él.