Merluzeando

Los atentados en París de hace unos días han vuelto a poner de relieve (toma topicazo periodístico) un modelo de respuesta y comportamiento en las redes sociales que se repite con mucha frecuencia en tragedias que tienen un trasfondo político. Si os fijáis, el proceso siempre tiende a asemejarse a lo siguiente.

Paso 1: empiezan a llegar noticias de los atentados a través de los medios de comunicación (excepto algunas cadenas televisivas españoles que decidieron que el Sálvame y demás joyas de entretenimiento son lo primero). Los internautas reaccionan informando por encima: retwitteando y compartiendo información de gente “acreditada” y otra no tanta.

Paso 2: las noticias de número de víctimas son confusas. Van creciendo cada pocos minutos. Empiezan las primeras valoraciones personales de los usuarios de las redes, tipo “qué asco de mundo”, “adónde vamos a llegar”, “yo estuve en París hace un año, no me lo puedo creer” (Albert Rivera, viajero, dixit).

Uno de los símbolos más compartidos en las redes sociales tras los atentados en la capital francesa.

Paso 3: los medios informan de la autoría de los atentados. Aquí se produce una separación en el camino que no se había visto aún en los pasos 1 y 2: unos son apocalípticos y otros recuerdan que la condición religiosa, étnica o demás, de los terroristas, no implica que todos sean así. Vamos, el clásico “que no paguen justos por pecadores”. Este punto, se me olvidaba decirlo, tiene cierta dependencia en el hecho de saber si hay muertos del país de donde uno es.

Paso 4: una parte de los internautas comparten viñetas, banderas del país afectado y otras piezas gráficas y audiovisuales que homenajean tanto a las víctimas como al propio Estado. La otra parte se divide en dos: los que no comparten nada (espectadores pasivos) y los que se lanzan a criticar a los que si lo hacen bajo el pretexto de “no dijiste nada de las inundaciones en Taiwan en el año 97 ni de la hambruna en la República Centroafricana a principios de siglo y ahora como son europeos las víctimas te dan pena.”

En este punto 4 es donde se produce el hecho más curioso en esta era de los Social Media: de repente se deja de hablar del hecho original, en este caso los atentados en París, y las discusiones, debates y críticas van hacia los propios internautas. Ni rastro de los terroristas ni de las víctimas. Una especie de todos contra todos en la que hay de nuevo dos grupos: los que quieren formar parte de una masa que sigue la corriente predominante y aparentemente más justa (aparentemente), y las de lo contrario, los que quieren demostrar que no se dejan llevar por los medios y que tienen su propia opinión, mucho más crítica con el sistema establecido. Aquí habría que destacar las discusiones sobre si los terroristas existen por culpa de Occidente, si hay que bombardear a los culpables, compartir fotos de Aznar con el flequillo al aire, si los culpables son los terroristas pero los responsables los políticos, y por supuesto debates de un nivel socio geográfico de lo más interesantes.

Paso 5: el más importante y el último. Volver a la normalidad. Publicar de nuevo el contenido que se viene haciendo normalmente. Este proceso es algo lento porque hay cierto pudor a hacerlo demasiado pronto por si uno queda de frívolo: “mírale, han muerto 120 personas y él poniendo una canción de Bertín Osborne en su muro”….

Pero al final esa normalidad, esa vuelta a la rutina que tanto odiamos y a la vez queremos, regresa. Y es la gran suerte que tenemos, que a pesar de todo lo malo que pasa en el mundo, somos tan imperfectos que podemos seguir haciendo vida normal y disfrutar de las cosas cotidianas del día a día. Por nosotros y para no dar la satisfacción a los que quieren imponer el miedo y la división en nuestras vidas.

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