Merluzeando

Cuando vivía en casa con mis padres, aprovechaba cada noche que salían a cenar para organizar timbas con mis amigos en casa.

Nos creíamos profesionales. Apostábamos bastante pasta. Cada vez que nos juntábamos palmaba cerca de treinta pavos. Vamos, que hacía de puta y además ponía la cama. En este caso, la casa. Pero me encantaba el juego.

Me imaginaba a Paul Newman hablándome en “El Color del Dinero”:

Paul tenía razón. Yo casi siempre palmaba pasta, pero cuando ganaba, el subidón era brutal.

Teníamos varias reglas internas. Por ejemplo, el que repartía elegía el juego (Texas, clásico con un descarte, el descubierto, etc…) Es más, metíamos variantes de nuestra propia cosecha:

La principal variante era que poníamos una polla de goma del tamaño de un mechero en la primera apuesta, era lo que llamábamos “El Totem”. Entonces, si el que era mano tenía en sus ganancias “el tótem”, para abrir la apuesta debía tener por lo menos una pareja de damas. Bueno, no me voy a extender. Cosas del póker…

El caso es que después de una timba, nos pusimos a recoger todo rápido porque mis padres estaban al caer. El tapete, las fichas, las cartas….. ¿y el tótem? ¿Dónde está el tótem? Buscamos por todas partes pero no apareció.

Días más tarde, mi madre me llamó al salón y me dijo muy enfadada que qué demonios era “eso” y que qué demonios hacía “eso” ahí. Mientras decía esto, mi madre señalaba a una estantería del salón donde había unas matrioshkas (esas muñecas rusas que caben una dentro de otra) extendidas en perfecto orden descendente.

Y entre ellas, allí se encontraba “el tótem”.

A mi madre le conté la verdad, que seguramente fuera una broma de mis amigos… bla bla… pero sonaba todo a mentira. ¿Qué demonios hacía yo con una polla de goma? Fue algo muy embarazoso.

En su momento no me hizo gracia pero ahora me parece una broma brillante. Cocinada a fuego lento y con un desenlace espectacular, muy visual.  ¡Gracias *Amigos!

*Hijos de P….