Merluzeando

Puedes leer la primera parte pinchando — AQUÍ.

Me despierto y tengo una resaca de campeonato. Siento la boca como un basurero. Las cervezas, los cigarros y los bocadillos de codillo se mezclaban a la perfección ayer en mi boca pero sus restos hoy me hacen tener un aliento fétido que me recuerdan al Pozo del Hedor Eterno de  la película “Dentro del Laberinto”. Mis dientes están rugosos y amarillos, pienso en que la única forma de igualar la textura de mis dientes sería ponerme pegamento SuperGlue en las encías y pegarle un bocado a un puñado de arena.

Dejo de lado mis paranoias yonkis y oigo a mi amigo González que me dice: – “me voy a la ducha, deséame suerte”. Yo le digo:  – “Ok, ahora Boy George” Él me mira como si fuera un retarded. Es la típica broma que sólo me hace gracia a mí: “ahora voy yo” por “ahora Boy George” recordando a ese ser andrógino de los 80’s.

Al rato me encamino hacia al baño. Una vez dentro, el vaho lo inunda todo y parece que estoy en una sauna turca. Veo que las dos cortinas de las duchas están echadas. Pregunto al viento: – “¿Qué tal González? ¿Todo bien?” A lo que él me responde desde la primera ducha: – ¡Qué va tronco! Se oye algo raro en la ducha de al lado y me está dando un ascazo infernal!

Presto atención y ya sé a qué se refiere. Se escuchan unos gemidos extraños, y la cortina de la ducha de al lado su mueve adelante y atrás de forma frenética. Pienso para mí mismo que debe haber dos personas montándoselo en las duchas y flipo en colores. Pero al poco rato, me da la impresión que ahí sólo hay un tío, pero hace ruidos de placer…

Un sonido como “BBbrRRrfff bbbbbrrrrfff bbbbrrrrrrffff” sale de la ducha de al lado de González con cada sacudida de cortina. Joder. Hay un tío que se la está cascando como un monete. ¡Qué ascazo!

Le grito a mi amigo: – “¡Joder, que se la está pelando en la ducha! Yo me espero a que acabes tú para ducharme!” González me responde: – “Joder tío, esto es heavy metal, qué puto asco!”

Al poco, oigo cómo se corta el agua en la ducha del pajero, se corre la cortina y aparece un ser extraño, con poco pelo, rubio, con la cara desgastada, de unos cincuenta años, con una picha enana que rivaliza en longitud con sus pelotas envueltas en pelo amarillo como si fuera el nido de unos pollitos. Un tipo asqueroso, que además sabiendo lo que estaba haciendo ahí dentro pues da más asco todavía. El tipo se seca sus partes ahí tan pancho y me mira como diciendo: “¡Qué coño estás mirando, chaval!”

Detrás de mí se abre la puerta y entra un chico joven pero de aspecto extranjero (parece francés aunque no sé muy bien por qué) con una toalla en la cintura. Le hago un gesto instándole a pasar a la ducha del pajero. Porque yo ahí no me meto porque seguro que ha dejado las paredes de la ducha con gotelé. El francés se mete en la ducha sin saber que sus pies descalzos en breve estarán en contacto con el grumote de aquel sórdido ser que todavía sigue secándose en medio del baño sin ninguna prisa.

Mi amigo González sale de su ducha y yo paso a ocupar su sitio. Lo cual es todo un alivio.

Y me doy una ducha muy rápido, deseando salir ya de ese maldito agujero del mundo donde todo es asqueroso.